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lunes, 31 de diciembre de 2012

El poder del miedo

Por Mónica Kreibohm





Muy pocas cosas sabe hacer bien Mercedes con su vida, con su tiempo, con sus emociones y hoy más que nunca siente que poco le importa la seriedad o el riguroso análisis con que trata de entender esto que pasa en Paraguay.




Hay veces en que ni los datos históricos, los algoritmos estadísticos o la razón misma pueden abrazar tamaña sensación de injusticia que inunda el alma de poco más de 5 millones de paraguayos, porque hay una amplia mayoría que festeja la victoria de la impunidad y el desparpajo.

Mercedes sabe que no tiene la sabiduría del Pepe Mujica, ni la claridad combativa de Evo Morales, menos aún la tibieza de su presidente Cristina para explicar esto que sucede a 400 km de su corazón, pero hay algo que esta chica aprendió: darle el tamaño que se merece la palabra pueblo, con todos sus aciertos, con todas sus contradicciones y no entiende cómo la historia se negó a darle su lugar en este viernes negro sobre el cielo de Asunción.

Mercedes lee que “el presidente Lugo acepta la destitución y dice que sale por la puerta más grande de la patria, la puerta del corazón de mis compatriotas” y les cuesta entender cómo 10.000 voluntades no pueden más que el odio del poder.

Cómo 10.000 voluntades no son más fuertes que el discurso cochino de los medios.

Cómo un presidente pudo no oír durante poco más de cuatro años la voz de un pueblo que un 20 de abril de 2008 salió a festejar la esperanza puesta en un cambio y que hoy, ayer, anteayer y siempre seguirá ahí en esas plazas que rodean el Congreso de la República del Paraguay defendiendo a quienes representan la esperanza del cambio.

Mercedes piensa en esa esperanza que celebró, sin entender mucho su dimensión, y ahora se le retuerce el alma y tiene unas ganas bárbaras de ir a sacudirle el cuello a Lugo y preguntarle por qué piko insistió en seguir negociando la gobernabilidad tan de cerca con el poder corrupto del coloradismo y la ambición de protagonismo de los liberales. Mercedes estaría encantada de preguntarle por qué puta no se apoyó en la fuerza de ese pueblo y prefirió el miedo de no cambiar radicalmente casi nada. Mercedes no quiere sucumbir a los demonios de la conspiración pero por un segundo piensa que sospecha que todo esto no es más que una pantomima montada por el poder del miedo azulcolorado y el presidente es el triste y necesario mártir de un relato tan pútrido como la idea de la conspiración misma.

Mercedes sólo entiende una cosa: el pueblo es una fuerza poderosa aunque hoy la historia del Paraguay demuestre lo contrario. Aún cuando el discurso mugriento de los medios grite más fuerte que 10.000 voces. Aún cuando las instituciones, que ese mismo pueblo defiende, disparen las balas que sus pechos atajan.

No hay más esperanza que el pueblo y el pueblo en la calle para que alguna vez la historia sea otra forma de lo posible y no esta mentira colorada y azul. Amén.








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